De
Mera Sombra a Reina del Cielo
¿Quién?
Puede que las escrituras tengan muy poco qué decir sobre
Jesús, y aún tienen menos qué decir sobre
su supuesta madre. Para los primeros cristianos 'María
Madre de Dios' casi no existía: No tenían interés
en saber del nacimiento de su dios-hombre – su
renacimiento después de la muerte era lo importante. Pablo no menciona
a María (o a José) en absoluto, y en los evangelios,
la oscura figura de María, destinada a convertirse en la
más notable entre los santos y la Reina del Cielo, cuando
mucho se le menciona como un personaje sin importancia.
En el espectáculo evangélico, 'María' aparece
en varios escenarios. En todos ellos ella es un personaje
pasivo,
habitualmente aparece al fondo y virtualmente no tiene voz (habla
sólo en tres ocasiones, dos veces en una sola oración).
Ella jamás es descrita (pero bueno, ¡Tampoco ninguno
de los otros personajes del evangelio!); ni sabemos cuál
era su edad. Principalmente, los roles que ella juega son de 'testigo'.
En el evangelio no encontramos nada acerca de sus orígenes,
salvo por su relación familiar con su prima Isabel, y su
compromiso con José. Ella aparece en escena por primera
vez en la llamada 'Anunciación' (¿En el pozo?) cuando
un ángel le señala cuál puede ser su destino.
Así, sin más, ella acepta el rol 'bendito' que le
ha sido revelado (Lc 1,38) y se encamina presurosa a pasar tres
meses en la montaña con la embarazada Isa (ella, la que
sería madre de Juan el Bautista). Ahí, en su escena
más larga, María nos proporciona su único
gran discurso (¡Vaya aportación a este momento tan
apantallante!) - el llamado 'Magníficat':
Entonces María dijo: engrandece mi alma al Señor;
Y mi espíritu se alegró en Dios mi Salvador,
Porque ha mirado a la bajeza de su criada;
Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada
todas las generaciones.
Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Y santo es su nombre.
Y su misericordia de generación a generación
a los que le temen.
Hizo valentía con su brazo:
Esparció los soberbios del pensamiento de su corazón.
Quitó los poderosos de los tronos, Y levantó a
los humildes.
A los hambrientos hinchó de bienes;
Y a los ricos envió vacíos.
Recibió a Israel su siervo, acordándose de
la misericordia.
Como habló a nuestros padres, a Abraham y a su simiente
para siempre.
(Lucas 1, 46-55)
¡Sólo Dios sabe quién más estaría
en el cuarto (¿O cueva?) para registrar todo esto! Tal vez
ella escribió sus memorias. (La verdad,
esta pieza es una adaptación bastante obvia de la canción
de Ana en 1 Samuel 2). Pero después de este soliloquio María
no tienen nada más que decir de su parte. Ella atestigua las visitas de pastores y hombres sabios y 'lo
guarda en su corazón'
(Lucas 2,16); ella es llevada a Egipto (Mateo 2, 13-18) y traída
de regreso a Galilea; ella se sorprende al ver a su hijo de doce
años afirmar que es el Mesías (Lucas 2, 48-52); ella
atestigua que el agua se convierte en vino (Juan 2, 1-12); ella
es rechazada por su superestrella (Lucas 8, 19-21); ella atestigua su crucifixión (Juan 19, 25-27); y ella
espera por el Espíritu
Santo (Hechos 1,14). Su destino final no es
revelado y no se le
concede crédito alguno en la creación de la Iglesia
Cristiana.
Modelo
Pagano
Aún
sobre este vago esbozo un personaje estaba por ser encarnado
a la brevedad por los 'creativos' escribas cristianos. Los
dioses paganos, con cierta frecuencia, eran hijos
de diosas vírgenes – tan posible como obtener un embarazo
por un rayo de sol. El dios-sol resultante era pintado como
un infante alimentándose del seno de su madre, - ¡La
'Madona con el niño', nadie menos! Dicha iconografía
puede ser encontrada desde Egipto hasta China. La diosa virgen
romana, Vesta, era servida por mujeres que mantenía
la llama perpetua y su propia castidad por treinta años.
La 'María' de los cristianos superó considerablemente
este logro por su doble condición de ser Madre de Dios y
por mantener su virginidad por dos milenios. Pero sólo tomó pocos
siglos de relatos creativos para fusionar toda la parafernalia
de los mitos paganos en uno solo.
Así como un eco retrasado de la biografía inventada
del ilustre superhéroe, la biografía de María
floreció a través de los siglos. Algunos de los primeros
escritores cristianos como Justino e Irineo, elevaron a María
como 'una segunda Eva', su 'obediencia' revirtiendo el efecto del
pecado de la habitante original del jardín del Edén.
Justino 'Mártir', un griego de Palestina que había
huído a Éfeso en los tiempos de la revuelta de Bar
Kochbar, adoptó el Cristianismo primigenio que descubrió en
la ciudad con alegría. Pero el entusisasmo de Justino fue
resultado de su anterior familiaridad con los clásicos griegos.
En su ciudad adoptiva había tenido lugar el culto de la
diosa de la luna Artemisa (o Diana, como era llamada por los romanos),
la eterna virgen protectora de la juventud, castidad y fertilidad
durante un milenio. En el proceso la ciudad se había convertido
en un rico lugar de peregrinación – Los
primeros banqueros del mundo habían sido los sacerdotes de Artemisa.
Se convierte en Virgen
Justino se puso a la tarea de fundir su Cristianismo
con elementos del clulto rival. A pesar de la oposición
de Cristianos 'establecidos', Justino adornó insistentemente la débil
historia bíblica de María con la idea de que ella
había permanecido vírgen durante el parto. Esta creencia,
como admitió él mismo, estaba basada únicamente
en 'predicciones ya dadas por profetas benditos', dicho de otro
modo, basándose en una notoriamente mala traducción
de Isaías 7,14 (en la cual 'virgen' se usa en lugar de 'joven
mujer'; ver: “Lying
for God – Virgin Birth Fraud”)
que se encuentra en la Septuaginta. En un contexto en el cual el
recientemente fundado Cristianismo estaba compitiendo con una fe
mucho más antigua, no es sorpresivo que los seguidores de
Cristo eventualmente hayan optado por atribuirle que nació de
una Virgen. Esta llegada 'milagrosa' proveyó una útil
refutación a críticos iniciales de los Cristianos,
quienes sugerían que en caso de que la figura de Jesús
hubiera existido, era de orígenes dudosos.
La siguiente gran contribución a la leyenda de María
llegó a mediados del Siglo II, con el llamado 'Protoevangelio
de Santiago', un documento tan claramente ficticio que ha sido
rechazado aún por la Iglesia Católica desde el Renacimiento.
Sin embargo, esta piadosa tontería sustenta
la mayor parte de las creencias actuales que se refieren a la Virgen
Bendita, proporcionando tanta información como los nombres
de los
padres y los abuelos de María, una historia de
su niñez
prodigiosa (“dejada en el Templo desde
los tres años” - ¡Un
evento sin precedentes en las costumbres judías!); su prematuro
voto de castidad (y sí, ¿Sabía ella lo
que le esperaba?); pláticas a diario con ángeles;
y un matrimonio 'seguro' en su adolescencia con José, un
viudo de edad madura. Con esta adonada 'historia', María
comenzó su
carrera como mediadora, más accesible que Cristo por su
'humilde' feminidad. Representaciones artísticas de
ella comenzaron a proliferar, con notorio parecido a la diosa en
quien se basaron – Artemisa, ¡La
diosa que llevaba más
de mil años de éxito en el mercado!
Un siglo después el 'Evangelio
de la Natividad de María'
(Bueno, nunca tendremos demasiados evangelios, ¿Verdad?)
agregó más detalles al contexto. Esta historia de
María, nacida de los ancianos Ana y Joaquín no
fue más que una re-edición del nacimiento de Samuel, hijo de Ana y Elcana; historia disponible en 1 Samuel. Pero ahora
nos enteramos de detalles tan interesantes como de los
siete matrimonios de la abuela de María. Seis maridos fueron eliminados por
el Señor porque sentían lujuria
durante el acto sexual.
Afortunadamente el séptimo pudo permanecer inerte durante
el pecaminoso acto, o nos hubiéramos visto privados de Ana,
María y Jesús.
Permanece Virgen
A pesar de que los evangelios claramente indican
que Jesús tuvo cuatro hermanos y dos hermanas, los teólogos
de Cristo estaban dispuestos a acordar que la “pureza virginal” de
su diosa no debía ser puesta en duda: ella, como tanto insistieron,
permaneció virgen durante el proceso completo de parto.
“En el S. IV se reforzó la idea de que el himen de
María había permanecido intacto aún durante
el nacimiento de Jesús... La virginidad durante el parto
de María fue un asunto discutido por los grandes teólogos
de ese período.”
– D. Hampson (After Christianity, p189)
Mientras que la doctrina
de la 'Virginidad permanente' de María
era difundida, también se difundió la confusión
sobre los supuestos hermanos de Jesús. Éstos últimos
debían ser ajustados con el nuevo dogma, de modo que 'hermanos
y hermanas' se convirtieron en 'primos, hermanastros', etc.
El S. IV fue particularmente favorable al creciente
culto de María,
gracias en gran medida a las actividades de la Emperatriz Elena.
Como madre de Constantino, ella probablemente sintió una
afinidad particular con la madre original del Señor del
Mundo. Elena positivamente inventó la 'Arqueología
Eclesiástica' (o al menos, el negocio de crear templos).
A dondequiera que ella fue en 'Tierra Santa'
encontró 'evidencia'
de Cristo y ordenó la construcción de templos en
cada lugar: la cueva de la natividad (o así le dijeron los
vecinos), la casa de la última cena (o así le dijeron
los vecinos), el jardín de Getsemaní (o así le
dijeron...), la colina de la crucifixión, la tumba vacía,
la misma cruz, aún ¡El árbol de donde se había
cortado la madera para hacerla! Y, seguramente, Elena 'encontró'
también el lugar (la cueva) en Nazaret donde el angel Gabriel
hizo la 'anunciación' a María. Como todo otro templo
a partir de entonces se convirtió en un lugar que recibió el
apoyo financiero del imperio además de un redituable lugar
de peregrinación. Con el templo vino también un festival
en honor a María, la 'Anunciación. (Desafortunadamente
para el pueblo de Cafarnaúm – supuesta sede de actividades
del ministerio de Jesús – Elena no llegó a
encontrarlo y el pueblo se perdió para la historia).
Inmaculada
Falisificación
En el quinto siglo, el Concilio
de Éfeso (431 D.C.) acordó a
Maria el 'Theotokos' título
('Madre de Dios').
“La más segura protección contra la herejía
Cristológica fue la afirmación y veneración
de María como Madre de Dios.”
(Varghese, p43)
En otras
palabras, este fue un intento de frenar la continua especulación de qué tan
hombre y qué tan dios fue el divino carpintero. El
fue Dios, parte de la “Trinidad”, ni más ni menos, y María
fue su Madre.
La “Trinidad” corona a María
como Reina del Cielo – ¿Cuántos
dioses es eso?
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Éfeso, por supuesto, había sido ya durante mucho
tiempo la casa de la Madre de Dios, a pesar de que durante ese
periodo ella había estado contenta con ser llamada Artemisa.
Con una cierta dosis de sacrilegio y reconstrucción, el
negocio de santidad continuó como siempre.
Los romanos de Bizancio tenía una afición particular
por rituales cortesanos y María como Reina, bien equipada
con corona y cetro, satisfizo mejor sus apetitos imperiales que
una chica campesina. Como el mismo Jesucristo, 'adquirió estatus
real' y fue elevada a la santidad. En el S. VI el Concilio
de Constatinopla (553 D.C.) respaldó el dogma de la “virginidad perpetua” de
María. La “pureza” de la virginidad, parece,
es muy cercana a la “pureza” de Dios.
Para el S. VII, escritores creativos ya habían reemplazado
el final flojo de la historia de María con algo bastante
más satisfactorio. Juan Damasceno (junto con Gregorio de
Tours) desarrolló la idea de que el cuerpo físico
de María (y no sólo su alma) había sido 'asunta'
al Cielo (de nuevo, en paralelo con con la carrera de su ilustre
hijo). Juan vivió en Damasco y su inspiración podría
provenir de la afirmación del Islam de que Mahoma había
'ascendido al Cielo', supuestamente en el año 620 (Corán,
sura 17.1). La doctrina de la Asunción de María fue
definida hasta 1950 por el Papa Pío XII.
Elevándose
y elevándose
En el año 787 prelados y obispos celebraron
un nuevo concilio en Nicea. El continuo ascenso de María
estaba de nuevo en la agenda. Anteriormente en el mismo siglo,
con la insistente presión que venía del Islam, dos
emperadores – León II (717-741) y su hijo Constantino
V (741-775) – habían declarado ilegal la “idolatría” y
su abundancia de “íconos sagrados”. Pero su “iconoclasia” había
reducido grandemente el ingreso de cientos de monasterios y templos,
y había vuelto a la Iglesia Ortodoxa en contra de la corte
imperial. La Emperatriz Irene, actuando como regente para su joven
hijo , Constantino VI, hizo más presión religiosa
y organizó el séptimo Concilio ecuménico.
El Concilio apoyó enérgicamente la aceptación
de íconos, y en particular el culto a María:
“El Señor, los Apóstoles y los Profetas nos han
enseñado que debemos venerar en primer lugar a la Santa Madre
de Dios, quien está por encima de todos los poderes celestiales.
Si alguien no confesara que la Santa, siempre Virgen María,
real y verdaderamente Madre de Dios, está por sobre todas
las criaturas visibles e invisibles, y no le implora con sincera
fe su intercesión, dado el poderoso acceso que ella tiene
al Dios nacido de ella, sea él excomulgado”
(Varghese, p16)
Para el S. IX María había ya eclipsado
al dios-hombre mismo – y María podía ser cualquier
cosa que la jerarquía de la Iglesia quisiera que fuera.
Sin
pecado
En el primer escrito sobre el
nacimiento de María,
ella no es más 'inmaculada' que los demás (y todos
sabemos que el Pecado Original se hereda durante el acto sexual).
Todos los Padres de la Iglesia primitiva acordaron que el único
que había nacido sin pecado era Cristo. No cabía
duda: María había sido pecadora. Pero, como el vientre
de María representaba un hogar temporal para el superhéroe
en gestación, un vientre impuro causó dificultades
teológicas acerca de la pureza – si, por supuesto,
la gente se ponía a pensar sobre tales asuntos.
En el S. VII un Islam emergente – el cual alegremente adoptó al “Profeta
Jesús”, María y su virginidad – hizo
su propia contribución a la fabulosa leyenda. De acuerdo
a la tradición de Mahoma cada niño recién
nacido es 'tocado' por Satán. Pero para María y su
ilustre hijo, Dios interpuso un velo protector. Esta noción
de que María (y no solo Jesús) nació sin pecado
se filtró en el Catolicismo. Edward Gibbon escribió:
“La iglesia Latina no descartó tomar prestado del
Corán la inmaculada concepción de su Madre Virgen.
Esto está indicado vagamente en el Corán, y más
claramente en la tradición de los Sunitas. En el siglo XII
la inmaculada concepción fue anatematizada por San Bernardo
como una novedad presuntuosa.”
En
el S. XIII una amarga disputa doctrinal causó una lucha entre Dominicanos
('maculados') y Francisanos ('inmaculados'). El asunto no se resolvió totalmente
antes del S. XIX cuando el autocrático papa Pío IX
apoyó el dogma de la 'inmaculada concepción' como
movida inicial en el juego tendiente a declarar la 'infalibilidad
papal'.
¡Sólo hasta 1854 el mundo pudo estar seguro de que
María había sido 'concebida
normalmente pero sin pecado'! Hasta entonces, la 'virginidad perpetua', esa tontería
creada por Jerónimo y Atanasio en el S. IV había
bastado para conceder suficiente pureza a María.
Ya siendo una diosa, es difícilmente sorprendente
que esa sorpresiva ocurrencia de Milagros Marianos,
endémicos durante
la edad media, ¡Continuaran en nuestros días!.
Menos que Dios mismo, pero considerablemente más que humana,
bendecida como mujer con infinita 'humildad', era vista como la
intercesora a la cual los simples mortales podían apelar
en asuntos 'menores'. Ella era, simplemente, la
mujer más
importante que jamás haya vivido.
El culto se hizo imparable. Mientras la mayoría de los
santos tienen un solo día de fiesta asignado, la Santa Madre
tiene un día de fiesta cada pocas semanas, y también
su propia capilla en cada templo de la Cristiandad.
Eventualmente,
hasta la Iglesia Católica ha tenido que frenar a la fantasía
galopante de los fieles recordándoles que María debe
ser vista como 'completamente dependiente del Hijo'. Con todo,
resultó ser demasiado para los Protestantes de la Reforma.
En sus manos María fue reducida de nuevo al rol pasivo y
obediente que antaño tuviera, como una sombra en algún
lugar al fondo.
Definida por su virginidad, alabada por su
humidad ilimitada y su sumisión, es la mujer idealizada de los fanáticos
misóginos, en sus propias palabras, una 'sierva
(esclava) del Señor'.
¡Santo
OVNI!
María inicia un servicio
regular de transporte entre el Cielo y la Tierra
En momentos oportunos la Reina del
Cielo se ha dignado en aparecer para ayudar a la hermandad.
Empezando en el siglo IV, se le apareció al Papa
Liberio con el mensaje de “Las parejas
sin hijos deberían dejar su riqueza a la Iglesia”.
Y bueno, eso fue de gran ayuda.
En el S. XI en Inglaterra aparentemente
transportó a Lady Richeldis de Faverches a Nazaret
y después la asistió en la construcción
de una copia de la “Casa de Jesús” en
Walsingham, que atrajo peregrinos de toda
Europa hasta ser cerrada por Enrique VIII
Como “Nuestra Señora
de Guadalupe” ayudó a los españoles
a conquistar América (no se fijen en la sangre
derramada, ¡Miren la hermosa tilma!).
Apariciones modernas siguieron la
rutina de Carlos X de Francia, quien intentó restaurar
los privilegios de la Iglesia que habían sido eliminados
tras la Revolución Francesa. En 1830 comenzó a
ser vendida una “Medalla Milagrosa” de María,
por millones, a los ingenuos. Respondiendo al creciente
racionalismo francés, María
se apareció aquí y allá una y otra
vez: La Sallette en 1846, Lourdes en 1858, Pontmain en
1871. En el nuevo siglo se mudó a Portugal primero
y a Bélgica después.
Créase o no, ella se ha ocupado
de Bosnia recientemente (¿Será parte de la
misión de paz de la ONU?) donde,
“En términos de conversión
de no creyentes, María ha ejercido un impacto
mayor que otra aparición en la historia, exceptuando
a la Virgen de Guadalupe.”
(Varghese, p66)
El fantasma de una “Santa Madre” ha
probado ser una buena fuente de ingresos para la Iglesia
de Roma.
Habiendo secuestrado al principio
de lo 'sagrado femenino' para la causa del Catolicismo,
los agentes papales transformaron a su antojo a la Virgen
Bendita en un maleable instrumento al servicio
de las políticas Católicas.
“María” fue y sigue
siendo la “Palabra” de la jerarquía
Católica, una conveniente y adaptable protagonista
de las políticas de la Iglesia, libre
no solo de las leyes del universo físico sino de
las restricciones de las enseñanzas evangélicas.
¡Qué chica!
La Virgen con el Niño,
posando para la cámara, 3 de septiembre
de 1989 en Karacsond, Hungría |
Apareciendo a diario, en Disney
World, Florida |
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by Kenneth Humphreys.
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